Una de las cosas que más le gusta hacer a Magaly es caminar por la parte amarilla de la acera cuando camina rumbo a su trabajo todas las mañanas. Se siente como en un cuento, y éste, termina siempre cuando cruza el umbral de la puerta del edificio donde trabaja como diseñadora gráfica.
Entra y saluda como en diario ritual a los que se encuentra de paso y a los de lejos les ondea la mano. Deja su bolsa sobre su escritorio mientras enciende la computadora. Piensa en su segunda taza de café del día y esas galletas nuevas que compraron recientemente para todos. Se toca el vientre y se siente inflada, será mejor dejar las galletas y convertir el café en un thé.
Inicio, programas, regresa y da clic en firefox. Gmail, calendario y casi puede saber que ahí le esperan durmientes sus tareas del día. A Magaly le gusta hacer lo que hace. Piensa en él por un momento mientras carga la información en la pantalla y busca en su bolso y saca su teléfono móvil para verle la pantalla. Ni un mensaje, ni una llamada... desde hace meses. Lo gira y ahí sigue la calcomanía de estrellas que le dió. Le cuesta desprenderse pero después de ver la larga lista de tareas por realizar, decide no pensar más en ello.
Inicio, programas, adobe, ilustrator. Y mientras abre va al baño a tristear y sacarlo todo mientras se sienta en el escusado y toma aire. Le manda mensaje al chico que conoció dias antes en el metro y lo invita a comer para la tarde en un lugar de ensaladas del centro. Revisa el maquillaje en el espejo, sale. En el área común prepara finalmente el thé con tres cucharaditas de azucar y se va a su escritorio a pasar el resto de la mañana.
domingo, noviembre 07, 2010
viernes, noviembre 05, 2010
Julieta
Julieta hizo el desayuno esta mañana. Compró huevo en la tienda de la esquina y jitomate, cebolla roja porque es la que le gusta. Piensa que le da más color a su plato. Llegó a casa y acitronó la cebolla después de cortarla en el sartén y vació los huevos. Bajó el fuego y lo tapó. Mientras encendía su computadora que descansaba en la mesa de la cocina, puso café en el filtro y agua. Encendió la cafetera y tomó una galleta de chocolate mientras se sentaba y esperaba. Miró sus pendientes en la pantalla e hizo caso omiso pues se disponía a desayunar primero y mientras tanto abría su facebook para ver algo nuevo. Hacía días que no entraba y quería ver si tenía mensajes.
Cuando todo estuvo listo, puso el mantél y no le molestó haber desayunado sola. Hacía tiempo que no lo hacía y lo disfrutó sobremanera. La cocina para ella sola, la cafetera hablandole sobre el agua y desde hace cuanto a estado haciendo café con ella, los rayos de luz matutinos que entraban y pegaban en la mesa comenzando a calentar el lugar. Así pasó su desayuno y por un momento se sintió niña otra vez, excepto por los gritos de su mamá a lo lejos cuando le gritaba... "Julietaaaaaa, a desayunaaaaaar".
Cuando todo estuvo listo, puso el mantél y no le molestó haber desayunado sola. Hacía tiempo que no lo hacía y lo disfrutó sobremanera. La cocina para ella sola, la cafetera hablandole sobre el agua y desde hace cuanto a estado haciendo café con ella, los rayos de luz matutinos que entraban y pegaban en la mesa comenzando a calentar el lugar. Así pasó su desayuno y por un momento se sintió niña otra vez, excepto por los gritos de su mamá a lo lejos cuando le gritaba... "Julietaaaaaa, a desayunaaaaaar".
miércoles, noviembre 03, 2010
Mariana
Mariana se comió una paleta de caramelo macizo. Y mientras se debatía entre la memoria de su madre diciendole que no la mastique y sus ganas tremendas de morder, la mandíbula se le cerró casi involuntariamente.
Sabía que no era la paleta la que hablaba por ella. Si no su madre que le decía todo tipo de cosas que le negaran placer. Quizá por eso hace lo que hace ahora, no con la paleta, sino con su vida.
Sabía que no era la paleta la que hablaba por ella. Si no su madre que le decía todo tipo de cosas que le negaran placer. Quizá por eso hace lo que hace ahora, no con la paleta, sino con su vida.
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